De vez en cuando aparece el mensaje, más o menos ligado a la venta de ciertos modelos de entrenamiento o complementos alimentarios, de que hay que entrenar como un deportista. Normalmente, bajo la idea de que “si quieres un cuerpo de un deportista, entrena como uno de ellos”.
Sería interesante, en este caso, pararse a pensar en varios aspectos: ¿todas las personas pueden entrenar como lo hace un deportista?, ¿hay algo que los haga especiales con respecto al común de la sociedad? y, quizá, lo más importante, ¿se es consciente de qué supone el camino para conseguir un “cuerpo de un deportista”?
Entrenar como un deportista
Vayamos por partes. Lo primero es entender que no todos somos deportistas o atletas, ni mucho menos. De hecho, hay diferencias importantes entre deportistas y personas comunes. Por un lado, ser deportista es ser un “elegido”, pues suelen tener una predisposición genética o una habilidad motriz que les hacen destacar, acortar procesos de recuperación o soportar grandes cargas de trabajo físico, incluso de carácter extenuante. Son un porcentaje reducido de la población. A parte, los deportistas y atletas buscan la máxima carga de entrenamiento posible, con un equipo de especialistas que supervisan cada aspecto de su rutina, alimentación, descanso y tratamiento de lesiones. Además, un deportista o un atleta se compromete con el éxito de tal forma que está dispuesto a hacer sacrificios, convivir con dolores y lesiones, y llevar el cuerpo al límite de cara a mejorar su rendimiento o mantenerlo al máximo nivel.
Por lo tanto, un deportista o un atleta es una persona ya seleccionada genéticamente y con una habilidad, un compromiso mental y psicológico, y una capacidad para soportar grandes dosis de entrenamiento (incluso convivir con dolor y lesiones), fuera de lo común. Por eso, entre otras cosas, no todo el mundo puede entrenar como un deportista.
Los percances de entrenar como un deportista
Ante la búsqueda del cuerpo de un deportista, se suele poner énfasis en la imagen corporal de un cuerpo atlético, fuerte y compensado (cuidado que no todos ellos presentan esa harmonía, pues pueden desarrollar partes de su cuerpo en mayor medida por la exigencia propia del deporte que practican). Pero no se remarca o se informa sobre los percances de entrenar como un deportista. Porque estos, debido a la carga de entrenamiento, el llevar el cuerpo al límite, el vivir para y por el rendimiento, hace que se sufran lesiones y dolores de forma habitual. De hecho, si se tiene la oportunidad de ver cualquier reportaje, documental o película sobre deportistas o atletas (desde el “The last dance” vinculado a Michael Jordan este tipo de oferta ha crecido mucho), se podrá ver, claramente, como el tratamiento de lesiones, problemas físicos, e incluso tratamiento psicológico por el estrés y la ansiedad, están a la orden del día.
Que te enseñen la fachada de un deportista y quieras asemejar tu cuerpo a él, se puede entender. Es goloso. Pero todo lo negativo que conlleva entrenar como un deportista no te lo muestran, no interesa y no se toma consciencia de ello. ¿Pondrías en riesgo tu salud por tu imagen? La respuesta sensata sería que no y, por lo tanto, no te interesa entrenar como un deportista o atleta, pues los riesgos que implica no compensan los beneficios (de imagen) que conllevan. Teniendo, además, formas de entrenar mucho más seguras, controladas y eficientes para lograrlo, como de hecho proponemos desde myofisix, para el conjunto de la población.
Entrenar bien, una práctica saludable
Por otro lado, relacionado con este tema, creemos que es capital comprender que la finalidad de cualquier deporte es la de ganar bajo unas normas específicas (la preparación física asociada, va en esa línea de rendimiento). No es una práctica saludable ni que la tenga en cuenta, más allá de que los daños sufridos no impidan la expresión de rendimiento en el instante que toque. Por lo tanto, a la hora de decidir cómo entrenar, no hay que dejarse llevar por la búsqueda de la imagen a costa de la integridad estructural, generar compensaciones o disfunciones o convivir con dolor. Esa imagen buscada, harmónica entre la cantidad de masa muscular y de tejido adiposo (grasa subcutánea), se puede ir trabajando mediante entrenamiento eficaz en cuanto a la mejora neuromuscular minimizando riesgos, buenos hábitos alimentarios, un descanso reparador y una exposición al estrés no crónica ni problemática. No hay que poner en riesgo tu calidad de vida presente y futura; no es para nada necesario.
Eso sí, si realmente entrenas buscando rendimiento, eres ya un deportista profesional o es tu forma de hacer actividad física y asumes esos riesgos comentados, pues adelante con esa práctica. Al final es la decisión de cada uno. Porque como siempre recalcamos: es en la toma de decisiones donde reside el poder de cada persona. Tú eliges tu futuro.