Preguntas Frecuentes

SOBRE EL ENTRANAMIENTO myofisix

Entrenar en sí, entendido al momento de estar trabajando en una estación, máquina, etc., no suele ser divertido; porque se lleva el cuerpo a máxima fatiga, saliendo de una zona de confort. En todo caso, la felicidad reside a posteriori, cuando se sienten y se observan las mejoras que proporciona el entrenamiento.

Por el contrario, la práctica de actividad física sí que puede llegar a ser divertida y seguramente guste. Entrenar, hacer ejercicio, debería buscar mejoras en el organismo, y eso solo se logra “provocándolas” mediante hacer ver al sistema neuromotor que no es capaz de dar solución a fuerzas externas; mientras que hacer actividad física sería hacer con nuestro cuerpo, con nuestra funcionalidad, aquello que nos divierte, que nos gusta, que nos reta, que nos hace pertenecer a algún grupo o colectivo, que nos entretiene, que nos libera de componentes mentales

Ninguna, ganar tono en definitiva sería muscular, con lo que diferenciar ambos conceptos no tiene ningún sentido. La presencia de ambas palabras responde en origen a obtener una entrada más fácil a los gimnasios para aquellas personas que temían desarrollar cuerpos de culturistas.

No tiene por qué. Ganar “volumen” depende de muchos factores, no solo de como entrenas, que sólo supone un estímulo o agresión hacia tu cuerpo. La interpretación y la respuesta a esa agresión depende del cerebro, con lo que no se puede predecir de forma exacta. Además, influyen en gran medida el estilo de vida que se lleve, la cantidad de comida ingerida y la tipología de la misma, el descanso, el nivel de estrés, la mayor o menor presencia de hormonas como la testosterona…

Entrenar es una forma artificial de estimular el sistema neuromotor para que el organismo se vea obligado a mejorar sus prestaciones y adaptarse así a un ambiente más exigente en fuerzas. El hecho de que se deba o no entrenar responde a si el ambiente que nos rodea es suficientemente exigente para que nuestro organismo esté con la necesidad de mantener o mejorar sus capacidades neuromotoras. Si viviéramos en un entorno exigente dónde quizá nuestra vida estuviera en riesgo, no sería necesario entrenar, pero en el caso del mundo moderno occidental eso no ocurre, por lo que sí es necesario entrenar durante toda la vida.

No. Hacer actividad física es simplemente poner el cuerpo en movimiento, mientras que realizar ejercicio es buscar un estímulo exigente y en un ambiente seguro para lograr una adaptación positiva del sistema neuromotor. Es decir, mientras el ejercicio es una acción premeditada de retar al sistema para que éste cambie en una dirección de mejoría, basándose en la idea de buscar la mínima agresión posible y el mayor control de las variables implicadas, la actividad física busca simplemente el movimiento, dónde las adaptaciones no están premeditadas ya que la activación muscular y su grado de intensidad resultan aleatorios.

Eso no hace que una cosa sea buena y otra mala; en el mundo del entrenamiento no hay cosas buenas o malas. Lo que sí que hay es aleatoriedad y potencial riesgo lesivo y de desgaste de los tejidos. Lógicamente, cuanto menos aleatoria sea el estímulo y la respuesta adaptativa, menos potencial riesgo lesivo y de desgaste habrá.

Depende de ti. Realizando ejercicio tal y como lo concebimos en myofisix, estás realizando un trabajo para potenciar tu funcionalidad muscular con el menor riesgo posible para tus tejidos. Con ello, buscarías salud para el presente y el futuro y una mayor capacidad de movilidad con control. A partir de ahí, toda la actividad física que se quiera realizar depende de la persona, siempre bajo su responsabilidad, ya que con ella se logra una mayor plenitud de vida al mejorar aspectos lúdicos, sociales, psicológicos o mentales, etc.

No. La actividad física en sí no es sinónimo de salud puesto que, debido a su aleatoriedad, habrá casos en que sí sea saludable y otros en los que se acabe lesionado o con desgaste. En el caso del deporte, este no deja de ser una actividad física con unas reglas definidas donde el único objetivo es ganar (que luego la persona busque o no ganar y lleve el deporte a un plano más lúdico, es otra cosa). No existe un solo deporte dónde se persigan aspectos de salud o mejoras del sistema, simplemente se definen unos objetivos o metas a lograr, y el entrenamiento asociado a ellos simplemente busca preparar el cuerpo y la mente para tales fines. La paradoja es que, por norma general, la práctica deportiva y el entrenamiento asociado va en contra de la salud del organismo.

Usar el cuerpo, moverse, no garantiza salud. En todo caso, el ejercicio entendido como la actividad física que busca adaptaciones positivas del organismo a partir de estímulos lo más eficientes y seguros posibles, respetando y potenciando la función muscular, sería lo más cercano a la búsqueda de la salud.

No necesariamente. Entrenar más tiempo implica una mayor agresión al cuerpo, eso no asegura que esa agresión sea suficiente en lo que se refiere a estimulación muscular (diferencia entre un entrenamiento exigente para el músculo o cansado para la persona), y a parte puede conllevar un exceso de desgaste en los tejidos, sobre todo los pasivos asociados a las articulaciones… Eso sí, seguramente se aumentará el gasto energético, aunque se debe saber que el consumo de energía debido al movimiento no es significativo, con lo que la “tortura” de los entrenamientos largos o cansados, o los dos, no suele traer a largo plazo por norma general nada positivo.

No depende de ello, la oxidación de la grasa localizada no existe. No se puede predecir de dónde hará uso el organismo de la grasa que necesite, en el caso de que se estimule su oxidación, que se suele confundir con una simple bajada de peso, cuando es un proceso mucho más complejo y que el organismo intenta evitar en la medida de lo posible. Sí, a tu organismo le “interesa” tener grasa, ha sido de siempre una poderosa herramienta de supervivencia.

No. Son dos tejidos completamente diferentes. La composición corporal suele definirse por un aspecto de ahorro de energía y de tener la capacidad funcional suficiente para hacer frente a las fuerzas externas del ambiente que nos rodea. Sí, a tu organismo le importa poco la imagen.

La grasa es fundamental para la vida y ha sido una de las principales causas de nuestra supervivencia como especie, rodeada en casi toda su historia de ambientes hostiles y de escasez de alimentos. Lo que es peligroso es el cúmulo desmesurado de la grasa, que llegue a alterar las funciones de nuestros órganos. No estamos preparados como especie a un ambiente donde la comida es abundante y de fácil acceso, por eso siempre se facilita la acumulación de grasa rompiendo el equilibrio.

Si tienes un exceso de grasa, no luches contra ella, analiza el estilo de vida que te ha llevado a un cúmulo excesivo: por ansiedad, mala alimentación, una musculatura deficitaria…

Todo ello va relacionado en base a la función muscular. Optimizando, mejorando o recuperando función muscular en tu sistema neuromotor hace que sientes las bases para una mejor funcionalidad. Si a ello le acompaña una buena capacidad de generar fuerza, seguramente se consiga mayor movilidad, propiocepción, fuerza, resistencia o cualquier otro objetivo o efecto.

Correcta función muscular y potenciación de la capacidad de generar fuerza es la base para todo y es a lo que nos dedicamos. Lo demás, dependerá de las horas que inviertas en mejorar un gesto concreto o una actividad para mejorar los “algoritmos” asociados a una práctica concreta; del tipo de alimentación que sigas, del descanso que des al cuerpo y la mente, etc.

En nada de ello. El sistema nervioso recibe información acerca de fuerzas externas que entran en contacto con nuestros sensores aferentes o de captación de información, y gestiona una respuesta óptima tanto en rendimiento como en ahorro de energía según fuerzas internas generadas por la gestión de la musculatura (función muscular) y patrones motores (los “algoritmos” que tiene el cerebro como los más eficientes según la experiencia adquirida).

Los movimientos son una consecuencia de la gestión de fuerzas y los músculos son las herramientas para poder generar tensión; pero en lo único en que “piensa” nuestro centro de mando es en tensiones, en fuerzas, adaptando su respuesta según transcurra el tiempo, porqué lógicamente desconoce la duración de la aplicación de las fuerzas externas.

Fuerzas que es capaz de detectar es en lo que “piensa”, nada más.

El dolor no deja de ser una alarma que crea tu cuerpo para dar a entender que algo “no está bien”. Es el lenguaje que tienen los tejidos para comunicarse con el cerebro y que éste lleve a cabo las medidas correctoras necesarias para aliviar ese mal. En este sentido, depende cual sea la causa del dolor y el nivel de complejidad que atañe el trabajo a realizar, hará que sea una buena inversión el entrenar con dolor o no. No se puede dar una respuesta rotunda, como en casi todos los temas relacionados con el cuerpo humano, pero se puede responder que cuando hay dolor, simplemente el reposo no debe ser la respuesta automática, debería valorarse antes si un buen trabajo de fuerza ayudará en la recuperación y no tener miedo en llevarlo a cabo.

Con los procesos inflamatorios derivados de lesiones o traumas ocurre más o menos lo mismo. Depende de cada caso, de cada persona y de cada situación, pero debería siempre valorar la posibilidad si mediante entrenamiento se pueden mejorar las capacidades del organismo para recuperarse, tanto en tiempo como en calidad.

Sí, una buena hidratación es importante para la salud de los tejidos, también durante el entrenamiento.

Sí y no. La rigidez muscular (en el caso que no sea por enfermedad) es un efecto de disfunción muscular, tanto de la zona afectada como de otra que hace que esa zona esté demandada en exceso. Por lo tanto, si se quiere mitigar los efectos de esa disfunción, un masaje dará alivio, con lo que es una buena solución.

Pero si se quiere abordar la causa de tal rigidez, contractura, sobrecarga o dolor, la mejor estrategia es observar donde puede estar la causa, ya sea en una zona específica o por varias razones que se suman. En este caso, la localización de esas debilidades para potenciar su funcionalidad y poder lograr la harmonía del sistema neuromotor es fundamental para lograr una solución óptima y duradera.

En resumidas cuentas, el masaje puede ser una solución de alivio y a corto plazo para solventar los efectos causados por algún tipo de disfunción neuromuscular, pero si realmente se quiere paliar las causas de esa rigidez, el entrenamiento de fuerza junto a la activación muscular es la mejor estrategia posible.

Desde inicios de este siglo XXI se ha venido dando importancia al tejido muscular esquelético, aunque es un hecho que ya desde los años 70 del siglo pasado se ponía de relieve, no sólo en el ámbito del culturismo donde se dejaba el nicho del trabajo de la musculatura. Creemos que aún hace falta mucho recorrido para que la evidencia científica llegue a dónde llega ya el razonamiento acerca de la importancia de este tejido dentro del desarrollo del organismo, su supervivencia y su calidad de vida.

Sencillamente, el tejido muscular esquelético es el mayor órgano endocrino con el que contamos, el de mayor incidencia dentro del organismo por su afectación en el comportamiento de los demás órganos del cuerpo humano, el que consume mayor cantidad de energía, el que afecta en mayor grado al consumo basal del organismo, el que indica de forma inequívoca la salud física de una persona, al ser responsable de la movilidad del cuerpo (entiéndase que es el sistema nervioso quien regula este hecho) y, por consiguiente, el que delimita la capacidad de movimiento de la persona y su proximidad a la muerte. También es protagonista por buen o mal estado de su funcionalidad de conjunto de la higiene postural, los dolores físicos, el envejecimiento prematuro, la composición corporal, incluso arremete con conceptos de salud mental, estados de ánimo o incluso en cómo se llegan desarrollar las enfermedades que contraemos.

Así como la importancia de la musculatura va entrando cada vez más en la consciencia colectiva, no ocurre lo mismo (o al menos a la misma velocidad) con la importancia de disponer de una correcta función muscular; que no deja de ser la capacidad de generar la tensión justa muscular en el instante adecuado. Gracias al pensamiento de que los músculos parece que se activen de forma autónoma (cuando nos dicen que tal ejercicio es para tal músculo o que haciendo tal movimiento trabaja tal músculo o tiene incidencia tal otro), que lo que pone en una rutina sucederá sin más (la creencia de que por hacer las series y repeticiones que marca la rutina la musculatura va a trabajar lo que debe), entre otros, las personas no suelen ser conscientes de que la gran mayoría de dolores que tienen es por una mala función muscular.

Y una mala función muscular no es que un músculo no “haga fuerza”, puede ser que no tenga las capacidades físicas de generar suficiente tensión para los esfuerzos requeridos, que el sistema nervioso no sea capaz de lograr que el tejido genere dicha tensión, que el “algoritmo” que disponga la persona ante un gesto concreto sea ineficaz, deficiente o incorrecto… Puede ser un motivo o varios entrelazados, y es en el encontrar soluciones a esas disfunciones el mayor reto al que se suelen encontrar los profesionales de la salud, porque no hay una receta para cada caso ni hay dos personas que respondan igual ante la misma solución propuesta.

Por lo tanto, lo primero que debería buscar una persona es que a medida que vayan pasando los años no vea disminuida la función muscular de su sistema neuromotor. A partir de esa función muscular correcta se puede lograr la salud física, la mejora del rendimiento, incluso los factores estéticos, ya que se reduce la potencial lesión y el desgaste de forma significativa.

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