Conoce las 4 razones para entrenar

Se desconoce que nosotros, que vivimos en una sociedad moderna occidental, tenemos que entrenar durante toda nuestra vida, por un concepto de salud y bienestar. Siguiendo la experiencia adquirida estos últimos años, la gran mayoría de personas asocian el entrenamiento como una forma de conseguir moldear el cuerpo al gusto de cada uno, una herramienta para compensar los excesos o malas praxis de la vida cotidiana, sobre todo asociado a la alimentación o a una vida sedentaria, una forma de conseguir ciertos objetivos o retos a batir, o una forma de entretenimiento, modo de socializar, o luchar contra el estrés.

La respuesta al porqué hay que entrenar es sencilla y viene de muy lejos, simplemente porque somos seres altamente adaptativos al entorno que nos rodea o, más concretamente, a las exigencias físicas y mentales del entorno que nos rodea. En concreto, en una sociedad como la nuestra, donde los estímulos físicos tienden a ser escasos o insuficientes como para entrar en una zona de no confort, se puede pensar fácilmente que la adaptación a ello es un descenso en las capacidades físicas de la persona porque, sencillamente, no le son imprescindibles para subsistir. Normalmente eso se traduce en un descenso en la cantidad de masa muscular, que no deja de ser el tejido metabólicamente más costoso de mantener del cuerpo humano. El drama de todo ello es que la cantidad de masa muscular define la funcionalidad del sistema, tanto motriz como de funcionamiento, ya que nuestro organismo está diseñado para el movimiento y el ahorro energético. Por ello, un descenso en la cantidad de masa muscular y en su estimulación, hará que el resto de nuestro organismo se venga abajo: disminuyendo sus capacidades motrices, el funcionamiento del resto de órganos del cuerpo, desequilibrios metabólicos, etc. Que nos arrastren a la enfermedad, la vida sedentaria e incluso la muerte.

Entonces, uno tiene que entrenar siempre y cuando el ambiente que le rodea no sea suficientemente estimulante para mejorar el organismo, que no le cree un reto o una alarma al mismo para que el cerebro interprete que debe cambiar ciertos aspectos del sistema, buscando la subsistencia a corto plazo. De esta forma, si uno es inteligente y consigue esos estímulos sin con ello desgastar los tejidos que componen el cuerpo (principalmente articulares), conseguirá que ese beneficio que busca el cerebro a corto plazo se extrapole al largo plazo, consiguiendo así una longevidad con calidad de vida, que permita que seamos funcionales en toda nuestra existencia (con la salvedad de enfermedades, accidentes o aspectos hereditarios).

Así pues, ¿cómo es que una explicación tan sencilla no es la que tienen la mayoría de las personas, como anteriormente he expuesto? No tengo una respuesta clara ya que cada persona daría sus razones, lo que sí que tengo clara es la cultura del fitness que se ha instaurado en nuestra sociedad y que aboga hacia un entrenamiento que se asocia a objetivos del individuo (normalmente alimentados por la mercadotecnia de las marcas de ropa y calzado deportivos), fines puramente estéticos (ya sea la simple pérdida de peso o el moldear el cuerpo según una idea preconcebida) o el afán de intentar compensar desajustes en la vida como el estrés, la falta de contacto con otras personas, la mala alimentación, un descanso ineficiente, una vida desordenada, etc.

Empezando por los objetivos de las personas; me sorprende siempre que estén relacionados con deportes de resistencia, correr, andar… ¿Porque todo el mundo tiene que hacer una maratón alguna vez en su vida? ¿Por qué la imagen de una persona saludable que nos viene a la mente es alguien corriendo? ¿Por qué se cree que el órgano que marca la salud de las personas es el corazón? De nuevo la respuesta no es única ni sencilla, pero arrojaré algunos elementos de reflexión:

  • Suponer que el corazón es el órgano más importante o, incluso, el motor del cuerpo, es caer en la “trampa” de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares del pueblo americano de Estados U Desde los años 70 se intenta bajar la mortalidad asociada a este tipo de sucesos relacionados con el fallo del corazón, principalmente, y es debido a este énfasis el que entiendo yo que se haya propagado esta idea de que el corazón marca la salud de las personas y por ello hay que “entrenarlo” y “cuidarlo”. El corazón, explicado simplemente, no deja de ser una bomba de sangre oxigenada hacia la musculatura y el resto de órganos del cuerpo, que requieren de los nutrientes que bombea el corazón para poder desarrollar su función. Así pues, su nivel de latidos no lo marca el propio corazón, si no la demanda que le llega desde las otras partes del cuerpo. En el caso del movimiento, es por la demanda de nutrientes de la musculatura. Seguramente, gran parte de esta baja salud cardiovascular de la población reside en su bajo tono muscular más que en un corazón desentrenado o enfermo.
  • Todo ello ha sido usado por las empresas que se dedican a vender zapatillas y ropa deportiva, y les ha ido y les va muy bien. Asociar salud a deportes o correr hace que las personas tengan que comprar el material “idóneo” para su práctica, si la idea además es que cuanto más se practique deporte o más se mueva uno mejores resultados se tendrán (cosa que no es cierta), mayor será la demanda de dichos productos. El segundo aspecto clave es, pues, la presión de la industria hacia el consumo de material deportivo, que hace que la gente tenga unas ideas establecidas, muchas veces sin ninguna argumentación detrás, hacia la práctica de actividad física.
  • Creer que la actividad física moldea el cuerpo al gusto del practicante, es otro error mayúsculo. Bien es cierto que se producen adaptaciones ante cualquier actividad física, pero el control sobre ellas no reside en nuestra racionalidad, sino que las marca el cerebro, que interpreta las agresiones que recibe o las deficiencias que detecta para evolucionar el organismo para obtener la mejor solución ante las exigencias que se le plantean de forma recurrente, siempre bajo la premisa del ahorro energético.
  • Por último, buscar en la actividad física una compensación de los desajustes alimentarios o del estilo de vida, es simplemente engañarse. La comida no son meras calorías que entran y salen, si no que una vez ingeridas el cuerpo las gestiona, y cuando tiene una demanda de esfuerzo, también lo gestiona con los recursos que tiene (ejemplo: el exceso de comida se deposita en grasa, mientras que al moverse el cuerpo hace uso de los azúcares y lo último que busca es consumir la grasa que tiene de forma principal -también porque su gestión requiere de un tiempo que las necesidades de la actividad física no le suelen permitir-). En cuanto al estilo de vida, es buscar la mejora en los efectos que ello conlleva, pero no cambia la causa de tales efectos. Si uno quiere mejorar su calidad de vida por un tema de estrés, sociabilidad, tipo de trabajo, debe enfocarse en cambiar esos aspectos, no enmascararlos bajo la actividad física.

En resumidas cuentas, las personas tenemos que entrenar porque la salud física de nuestro organismo se marca a partir del tejido muscular esquelético, que configura y marca la pauta adaptativa hacia el resto del organismo, aspecto que mantiene el ser humano desde su nacimiento como especie. El tejido muscular, es el tejido más adaptativo y vivo que tenemos y eso tiene en contrapartida que si la exigencia del medio que nos rodea es insuficiente como para que éste mantenga su funcionalidad, ésta decaerá con el tiempo. El entrenamiento básicamente existe para crear de forma artificial ese estímulo que fomente la adaptación positiva y que de forma natural no se produce. Esa es su función, ninguna otra, pero de ese objetivo principal que es mejorar la función del sistema neuromotor, se consigue una buena salud, un equilibrio del organismo, una figura esbelta (no confundirse con la simple delgadez), un nivel de grasa sin exceso… Todo ello acompañado siempre de una vida saludable tanto en lo referente a la alimentación, la sociabilidad, el nivel de estrés y la salud mental (no solo estar cuerdo si no también sentirse en equilibrio y a gusto con uno mismo y su realidad).

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