Cuando practicar deporte es salud

En tiempos de pandemia como los que estamos viviendo estos últimos tiempos (2020 y 2021), el lema de “el deporte es salud” está en boca de la gran mayoría de profesionales (y no profesionales) del sector del fitness, la actividad física y el deporte. Incluso entendiendo el mensaje que se quiere aportar a la sociedad, el deporte no es salud. De hecho, ni la actividad física es saludable de per sé.

Y me explico: en cuanto a la actividad física, se debe recordar que todo aquello que implique movimiento es actividad física. Por lo tanto, que su práctica conlleve mejoras en el organismo es totalmente aleatorio e, incluso, puede ser contraproducente. La diferencia de la práctica de actividad física con el entrenamiento, es que este último está pensado para conseguir algún objetivo. Por lo tanto, si el entrenamiento está bien diseñado y crea el estímulo suficiente puede llegar a ser positivo para el sistema; depende también del descanso que tenga la persona para recuperarse y que se puedan llegar a producir dichas adaptaciones, no generar un desgaste excesivo de los tejidos implicados… El entrenamiento no es la única variable a tener en cuenta, pero al haber una lógica detrás, hace creer que los efectos positivos en el organismo serán mucho más recurrentes que en la simple actividad física.

¿Y el deporte? El deporte, según la RAE, se define como “actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas”. Es decir, es un tipo de actividad física reglada, que implica un entrenamiento específico y que puede llevarse a cabo como un juego o como una competición. En este último caso, implica el objetivo único y prioritario de ganar en base a las reglas del propio deporte.

En ninguna parte de la definición ni las reglas de ningún deporte se verá como objetivos la mejora de la salud del individuo. No están pensados para ello, sino para anotar el mayor número de puntos, ser el más rápido corriendo (con o sin obstáculos) o nadando, el que acumule menos tiempo al realizar alguna actividad, anotar la mayor cantidad de goles o canastas, saltar la mayor distancia o altura, disparar lo más cerca de la diana con diferentes utensilios, lanzar artefactos lo más lejos posible…

De hecho, en la mayoría de los casos que implica competencia, ni los entrenamientos ni la propia práctica deportiva fomentan la salud del organismo porque, aunque sus facultades atléticas se potencian, se lleva al cuerpo al límite en más o menos continuidad y suele pasar factura tarde o temprano. Y tal efecto se agudiza cuanto más profesionalizado es el deporte y más llega el practicante a la élite de dicho deporte.

Por otro lado, la parte lúdica del deporte lo acerca más a un hobby, un pasatiempo o una mera actividad física bajo unas reglas. En el mejor de los casos, se estaría delante del primer caso tratado, actividades que de forma aleatoria pueden mejorar el sistema o no.

Con estas reflexiones, parece un tanto aventurado relacionar de forma directa deporte y salud. Creo más acertado relacionar al deporte con un aspecto lúdico, una actividad física con unas ciertas reglas (un juego, en definitiva) o un aspecto de competir bajo unas reglas concretas para ganar, siendo consciente de tener que llevar el cuerpo y la mente lo más al límite posible para lograrlo. Ahí en mi parecer hay otro error, que es buscar el reflejo en uno mismo del deportista, creyendo que practicando su misma disciplina conseguiremos su mismo nivel atlético o imagen de cuerpo (motivo por el que mucha gente se lanza a la práctica deportiva, para seguir ejemplos conocidos o de referencias de amigos, familiares o conocidos); e incluyo el Crossfit como un deporte, que es el ejemplo que me viene a la mente de práctica por popularidad o por visión refleja. Incluso se suele asociar únicamente al Crossfit con un entrenamiento de fuerza de alta intensidad (gran confusión y error).

¿Qué es salud entonces? En el ámbito de la actividad física, creo más acertado relacionar la salud con aquel entrenamiento que busca de forma lógica la adaptación positiva del organismo de forma continua sin que ello tenga el contrapunto de poner en riesgo (o buscar el mínimo potencial riesgo) la funcionalidad o la calidad de vida del individuo de cara a futuro, por encima incluso de aquellas praxis que pudieran tener mayor beneficio. En este sentido, sería una forma de pensar a largo plazo, cuando la mayoría de las propuestas deportivas, de entrenamiento o relacionadas con la actividad física suelen buscar resultados más a corto o medio plazo y, en el caso del potencial riesgo, lo reducen al simple hecho de no lesionarse durante la práctica. Luego normalmente aparecen los problemas y, de forma general, el practicante o el prescriptor difícilmente relacionan dicho desequilibrio con la actividad realizada…

Entonces, ni el deporte ni la actividad física de per sé son garantía de una mejora de la salud de la persona. El hecho de moverse, de recibir estímulos, hará que el organismo se adapte a ellos, pero bien pueden ocurrir roturas, sobrecargas, oxidación de los tejidos, compensaciones motoras que lleven a desequilibrios en la generación de fuerza, dolores, etc. Conllevará salud toda aquella actividad física que, a parte de potenciar adaptaciones positivas en el organismo, minimice los potenciales riesgos lesivos y de desgaste prematuro de los diferentes tejidos y órganos del cuerpo; y para lograrlo se deben realizar estímulos con el mayor control de las variables implicadas, respetar la función músculo-articular de la persona así como sus rangos óptimos de movilidad en el instante de efectuar dichos estímulos, los límites del propio organismo ante los esfuerzos, tener un descanso adecuado para lograr la sobrecompensación… No parece que simplemente con la práctica deportiva se logre todo ello, cuando se recuerda que el objetivo de cualquier deporte es ganar bajo unas reglas concretas (si uno no va a ganar lo que está realizando es recreación o un pasatiempo, aunque quizá no gusten este tipo de palabras).

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