El cardio, entendido como tal, no deja de ser un trabajo de fuerza con una intensidad generalmente baja para el complejo muscular: porque el hecho de cansarse más o menos responde a una gestión de recursos energéticos, o el hecho de sudar más o menos a aspectos de contraste entre la temperatura ambiente y la corporal; mientras que la intensidad que reciben las fibras musculares responde a aspectos de la magnitud de las fuerzas que reciben y del tiempo que se ven retadas.
Qué es cardio
Nuestra posición respecto a él
La palabra “cardio” nace como evolución de la palabra aerobics de Kenneth Cooper en sus estudios de los años 70 del siglo XX sobre la carrera continua, de cara a intentar mejorar la salud cardiovascular de la sociedad americana de entonces, ya que existían (y todavía es así) un elevado índice de mortalidad asociado a fallos en el sistema cardiorrespiratorio. De todas formas, sin aportar una definición clara de qué es exactamente “cardio”, se podría clasificar en tres formatos:
- “Cardio” sin impacto, como pudieran ser actividades en el agua o ir en bicicleta.
- “Cardio” de bajo impacto, o aquellas actividades en las que en todo momento al menos un pie está en contacto con el suelo.
- “Cardio” de alto impacto, o aquellas actividades en las cuales en algún momento se tienen los dos pies suspendidos en el aire.
- HIIT, normalmente asociado a circuitos con diferentes ejercicios de mayor o menor complejidad técnica para fomentar la subida de pulsaciones durante un periodo de tiempo y luego una recuperación (los tiempos según el protocolo marcado).
Como en el fondo, el trabajo incide en un reto hacia el sistema neuromotor asociado al movimiento y, por ende, a los músculos y la red nerviosa asociada, se pueden destacar ciertos puntos:
- La intensidad de las fuerzas recibidas suele ser baja, con lo que difícilmente se suele sobrepasar el “umbral de cambio” o “clic homeostático”, que haga que se tenga una necesidad real de cambio fisiológico.
- Suele implicar un gran desgaste metabólico y una disminución de las reservas energéticas del cuerpo, asociadas al glucógeno. En ese momento, el peligro reside en que el organismo decida usar los aminoácidos proteicos como combustible (degradación muscular), ya que la oxidación de las grasas no suele ser lo suficientemente rápida para dar respuesta a la exigencia del esfuerzo.
- Como la persona está más pendiente de los gestos técnicos, la activación muscular o el cómo se realizan dichos gestos suele mostrar un alto nivel de compensaciones, potenciando desequilibrios tensionales y disfunciones; que a la larga suelen repercutir en dolores, sobrecargas, tendinopatías, etc.
- Sobre todo en actividades como el HIIT, se suele incitar a la persona a llegar a sus límites de esfuerzo de forma prolongada, hecho que suele ocasionar un estímulo excesivo en el organismo y que, como mínimo, dilata la recuperación necesaria del mismo.
Todos esos puntos, nos hacen ver que el “cardio” no deja de ser una actividad física que debería orientarse hacia las personas que quieran practicarlo por el motivo que sea, pero no creemos que sea el modo más idóneo de entrenar a la hora de buscar un correcto estímulo muscular o la búsqueda de adaptaciones por el potencial riesgo que ofrece. Eso no significa que sea incorrecto o lesivo, simplemente que creemos que no es la forma ni más segura, ni más eficiente ni la que ofrece mayores garantías de una correcta funcionalidad muscular futura.
Adaptaciones del cardio
No es la actividad, es el tejido
Como toda actividad física, realizar estas actividades implica siempre un cierto grado de adaptación del organismo. La clave es entender que dichas mejoras o cambios no son producidas por la actividad que se realice, no es el “cardio” el causante de todo el proceso, es como interpreta el sistema el estímulo recibido por el conjunto de la musculatura.
Como se ha comentado anteriormente, de cara al estímulo muscular recibido, el “cardio” suele ofrecer bastante disparidad, teniendo fuerzas insuficientes o esfuerzos excesivos, fuerzas altamente aleatorias debidas a los impactos o las aceleraciones y, además, un alto grado de posibles compensaciones por disfunciones musculares o por fatiga.
Dónde si se observan adaptaciones es en el aspecto energético: como normalmente son actividades que desgastan el sistema al consumir sus recursos energéticos, la respuesta del organismo suele ser la de “gastar menos”. Eso se suele traducir en una disminución de la masa muscular (sobre todo en aquellas zonas que no son protagonistas) y en una disminución del consumo basal, responsable de más o menos el 75% del consumo total del cuerpo; por la propia pérdida muscular y por ajustes del propio organismo.
Visto de este modo, no parece que el “cardio” ofrezca las mejoras garantías para un correcto desarrollo de la musculatura, responsable real de los beneficios y adaptaciones asociados con este tipo de actividades.
Por lo tanto, no es que se considere el cardio como malo, es un tipo de actividad física que, como en todas, se obtienen adaptaciones y beneficios. El hecho es que entendemos que existen otras formas de entrenar más seguras, más eficientes y con un mayor grado de control que el “cardio”, que llevan a buscar el estímulo muscular en los términos en los que ese tejido se siente retado: foco en el rendimiento interno para incorporar las fibras deseadas y alta intensidad a ritmo constante con el máximo control en la ejecución para lograr la fatiga suficiente que provoque una respuesta adaptativa en la línea buscada.
Esta es la línea argumental de myofisix pero luego, a la hora de complementar este trabajo de fuerza mediante actividad física, cada persona debería realizar lo que más le guste, le motive o le divierta; que puede ser “cardio” u otra cosa.
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